En esta serie reciente de obras continúo con mi investigación en torno a formas de abarcar el espacio pictórico, que comencé en 2009, utilizando para ello la iteración de gestos mínimos intentando enfocar la atención en cada uno de ellos. La pintura parte de determinada pautas, que al ponerla en marcha, va conformando su apariencia final, en conjunto con las variaciones, desviaciones o errores del proceso pictórico, creando un cúmulo de instantes congelados. Los colores metálicos sobre negro son como destellos del espectro electromagnético, la energía manifestándose en el espacio.
Por sus similitudes con el papel, y la cercanía de estos trabajos con el dibujo, el uso de Pellón ha resultado idóneo. La fibra sintética del material, absorbe el acrílico de las esponjas impregnadas, con las que se realizan los cuadros, cuyas improntas van disminuyendo de intensidad con cada iteración, creando formas y patrones de luminosidades iridiscentes que parecen tener volumen y profundidad. Centenares de puntos, bolas o planetas componen campos inmersivos de color.
Otras pinturas combinan dos imágenes en una, dispuestas en un tejido cuadricular. Las cintas retiradas, salpicadas de colores por la pistola pulverizadora, son reutilizadas, adheridas a una nueva tela, conformando un cuadro de teselas de colores, hecho con los fragmentos no incluidos en el cuadro previo. De otra serie, cuadros como Origen y manifestación, fueron producidos por medio del enmascarado de delgadas líneas hechas con cinta, al destapar, pintar, y tapar alternadamente, hasta perderse la imagen; con la sorpresa del cuadro final, que al retirar todas las cintas, re-emerge transformado en una trama con sutiles cambios y mezclas de color, donde distintas figuras se llegan a entrever.