{ insula }

La galería Le Laboratoire se complace en presentar { insula }, muestra colectiva que concentra y confronta obras principalmente realizadas durante el periodo de confinamiento. La exposición estará abierta, a partir del martes 8 de diciembre, bajo previa cita, respetando las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias.

La ínsula (o corteza insular) es una estructura del cerebro humano ubicada en la profundidad de la parte lateral del cerebro. El lóbulo de la ínsula sirve como un centro de red, que integra información a través de subregiones. La ínsula es una de estas subregiónes populares en neurociencia cognitiva, y se ha estudiado su papel en la toma de decisiones, el procesamiento emocional y la atención.

”Un dia sabremos que no había arte, solo medicina.” JMG Le Clézio

“Cuando mi exhibición en el Museo de la Universidad Berkeley fue cerrada (por el director, no por los estudiantes) y reemplazada por una exhibición de carteles de protesta, el director hizo una declaración que comenzaba así: «Ahora no es momento de ver arte, sino de acabar con la guerra de Vietnam y la represión en el país.“ Camboya tuvo que ser invadida para que tomaran conciencia de una guerra que había durado siete años, de un racismo terrible y de una represión feroz. Aparte de esta ceguera política que había durado tanto tiempo, era además inconcebible que las personas responsables de la gestión de un museo pudieran decidir cuándo se le permitiera al público ver arte. Cinco meses después, con la guerra aún en curso, la represión aún en su apogeo, la misma dirección organizó brillantemente la inauguración de su nuevo museo. La oportunidad era demasiado buena; les envié un telegrama: «Ahora no es momento de ver arte. ¡Buena suerte!» “L´art à bicyclette et la révolution à cheval”, Pol Bury. Editions Gallimard, 1972.

¿Quién es consciente del tumulto interior que surge dentro de nosotros y la explosión de sustancias que nos golpean cuando estamos enfrente de una obra de arte ? Quien realiza que despierta muchos neurotransmisores y analgésicos en nuestro cerebro? El informe(1) de la Organización Mundial de la Salud publicado el 11 de noviembre 2019, basado en las evidencias de más de 900 publicaciones, confirma que el arte puede ser beneficioso para la salud, tanto física como mental. Puede tratar, entre otros cosas, complicados problemas de salud como la diabetes, la obesidad y las enfermedades mentales. Ir a museos y conciertos, bailar, cantar ofrece un factor adicional sobre cómo podemos mejorar la salud física y mental. Se ha descubierto, por ejemplo, que practicar actividades artísticas reduce los efectos secundarios del tratamiento contra el cáncer, entre los que incluyen la somnolencia, la insuficiencia respiratoria y las náuseas. Se ha demostrado, por otra parte, que bailar proporciona mejoras clínicamente significativas en las funciones motrices para las personas con la enfermedad de Parkinson.

En su ultimo libro “El Arte que cura”(2), Pierre Lemarquis, neurólogo y experto en medicina china, analiza los lazos existentes entre el cerebro y el arte, recorriendo tanto los arcanos como los desvíos, ya comprobados, de un placer conocido como «empatía estética”. En una entrevista al periódico Le Monde del 22 de octubre 2020, Lemarquis afirma: “El cerebro tiene dos funciones. Nos permite seguir vivos y nos da ganas de vivir. Estos dos sistemas son complementarios y necesarios. Una computadora nunca podrá reemplazarlo. Una obra de arte aborda ambas facultades de nuestro cerebro. Ella lo esculpe, mostrándole lo que no sabe. Ella lo acaricia, dándole placer y recompensa. Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado en la música, y hemos demostrado que también opera en el campo de las artes visuales.” Esta comprobado que al observar una obra de arte que nos “gusta”, el estrés disminuye porque su producción de cortisol (la hormona que se usa para despertarse por la mañana y actuar) disminuye. El corazón late con menos rapidez, el cuerpo se relaja, mientras que el cerebro (por placer y recompensa) secreta dopamina (la hormona de la alegría por la vida). Más aún, las endorfinas (que dan la impresión de bienestar) y la oxitocina (hormona del apego y el amor), sobre las cuales se ha demostrado su efecto cuando uno escucha música – podría, por extensión, ser parte del arsenal químico que se despliega en nosotros frente a una obra de arte. Unos ejemplos: desde el 2018, médicos canadienses aconsejan a sus pacientes que sufren depresión, diabetes o enfermedades crónicas visitar museos y galerías, con fines terapéuticos. Dicha iniciativa, impulsado por el Museo de Bellas Artes de Montréal y la asociación Médicos Francófonos de Canada (MFDC) le da la posibilidad a los pacientes de visitar gratuitamente dicho museo, con su “receta museal”. En Paris, algunos médicos del Instituto de Cardiología Pitié-Salpêtrière pueden recetar también visitas a museos. En el hospital Lyon-Sud, los pacientes que lo deseen pueden elegir una obra para colgarla en su habitación. De la misma manera que un libro puede hacer tanto bien como un antidepresivo, algo a lo que aferrarse en momentos de sufrimiento proporciona el equilibrio necesario para la curación. En la actualidad, varios países están estudiando planes de prescripción artística y social.

Los museos y galerías de arte son espacios privilegiados de la empatía estética, que llevan más allá de sí mismo. «El filosofo alemán Robert Vischer (inventor de la simpatía estética o empatía) explicó el sentimiento que se experimenta frente a una obra”, recuerda Pierre Lemarquis, compartiendo la convicción de que “todo el mundo se convierte en la obra que observa”. Cualquier sea su percepción _sensible, química o cognitiva_ se siente y se experimenta a si mismo. En el caso especifico de las artes visuales, Lemarquis afirma que la activación inicial se refiere a la zona posterior del cerebro (lóbulo occipital), que descifra la información visual (forma, colores, etc.). Un área cercana que detecta información «biológica» se activa cuando se trata de arte figurativo: en el caso de la Mona Lisa, nuestros cerebros reaccionan como si nos encontráramos con una Mona Lisa real. Para el arte no figurativo, nuestro cerebro reproduce los gestos del artista, los trazos de un cúter en un lienzo de Lucio Fontana, por ejemplo.

Cuando volvemos a ver la misma obra, el fenómeno evoluciona: colgado en la pared de nuestra casa, el objeto adquiere una dimensión intima; después de la seducción (o del temblor interior) inicial, se instala cierto apego y te conviertes un poco en la obra con la que vives, que se transforma a su imagen (y viceversa). Muchos mensajes pueden descodificarse sin llegar necesariamente a la conciencia. Lo que circula entre el espectador y la obra es lo esencial y constituye la esencia misma del camino. “En este período de encierro en particular, _dice Lemarquis_ el cerebro recibe bien la información, pero de forma atenuada como en una comunicación a distancia (¡o en caso de distanciamiento social!). Tienes que confiar en tu imaginación y tus recuerdos para que surjan nuevas historias, para que un nuevo Decameron emerja del confinamiento, como durante la Peste Negra en Florencia alrededor de 1350.»

1 https://www.euro.who.int/en/publications/abstracts/what-is-the-evidence-on-the-role-of-the-arts-in-improving-health-and-well-being-a-scoping-review-2019
2 « L’Art qui guérit », Pierre Lemarquis, Hazan, noviembre 2020.

georgina bringas

El espíritu y la materia no son más que dos polos de lo mismo
escultura modular
acero esmaltado y cable de plástico
180 x 140 x 100 cm, 2020

Opuestos Escindidos II y IV
Cable de plástico en marco de hierro con esmalte
62 x 62 cm / u, 2020

Tomás Casademunt

Pirámide del Adivino / Arco de Labná

serie
“Maya Puuc”
pigmentos sobre papel algodón
55 x 47 cm / u, 2009

Julien Devaux

Sol Suspendido
loop infinito de video hd 16/9 – sin sonido
edición de 3 + 2pa, 2020

Gabriela Gutiérrez Ovalle

Genealogías
instalación

medidas variables, 2020

ilán Lieberman

Compensación / Contacto / Polaridad
tinta china sobre papel xuan
34,5 x 24,5 cm / u aprox, 2020

Sueño 27
Óleo sobre tela y bastidores de madera
225 x 88 x 50 cm, 2010

César Martinez Silva

El más incomprendido
Corazón de silicona de platino
Microprocesador Arduino, sensores y circuitos electrónicos que activan neopixels, propulsores de aire y bomba de vacío, con base de madera
110 x 40 x 40 cm, 2020

Mario Núñez

Raudal IV
óleo sobre tela
200 x 170 cm, 2020

Roberto Rébora

Marilyn / Claro de luna
temple y gráfico liquido sobre papel

30 x 30 cm / u, 2020

Manuel Rocha Iturbide

Conjointed – Mandolinas
dos mandolinas artesanales con cuerdas de acero

124 x 25 cm, 2019

Lolo: aliento prolongado
Escultura
196 x 38 x 16 cm, 2016

Espacios acústicos I, II, III
esferas de madera con llave de guitarras
medidas variables, 2016

Enrique Rosas

Aceitosa
serigrafía digital sobre aluminio y acrílico con led´s
122 x 122 cm, 2019

Distorsiones
pigmentos sobre papel algodón y Agfa print
45 x 45 x 4 cm / u, 2015

Guillermo Santamarina

Ars brevis, Vita longa
madera policromada, resina, impresión digital, grabación en cassette, reproductora de cassette, y libro de artista, pieza única

150 x 170 x 45 aprox, 2014-2020

Roberto Turnbull

Derrumbe
fresco sobre recinto chico

40 x 40 cm, 2018


Conejo negro
fresco sobre panel grande

60 x 60 cm, 2019

The insula (or insular cortex) is a structure of the human brain located deep in the lateral part of the brain. The insula lobe serves as a network hub, integrating information across subregions. The insula is one of these popular subregions in cognitive neuroscience, and its role in decision-making, emotional processing, and attention has been studied.

«One day we will know that there was no art, only medicine.» JMG Le Clézio

“When my exhibit at the UC Berkeley Museum was closed (by the director, not the students) and replaced by a display of protest posters, the director made this statement:» Now is not the time to see art. but to end the Vietnam War and the repression in the country. “Cambodia had to be invaded so that they became aware of a war that had lasted seven years, of terrible racism and fierce repression. Apart from this political blindness It had lasted so long, it was also inconceivable that the people responsible for the management of a museum could decide when the public would be allowed to see art. Five months later, with the war still going on, the repression still in full swing, the same leadership brilliantly organized the opening of its new museum. The opportunity was too good; I sent them a telegram: «Now is not the time to see art. Good luck!» “L´art à bicyclette et la révolution à cheval”, Pol Bury. Editions Gallimard, 1972.

Who is aware of the inner turmoil that arises within us and the explosion of substances that hit us when we «see» a work of art? Who realizes that it awakens many neurotransmitters and painkillers in our brain? The World Health Organization report published on November 11, 2019, based on the evidence from more than 900 publications, confirms that art can be beneficial for health, both physical and mental. It can treat, among other things, complicated health problems such as diabetes, obesity, and mental illness. Going to museums and concerts, dancing, singing offers an additional factor on how we can improve physical and mental health. For example, doing artistic activities has been found to reduce the side effects of cancer treatment, including drowsiness, shortness of breath, and nausea. Furthermore, dancing has been shown to provide clinically significant improvements in motor functions for people with Parkinson’s disease. In his latest book «The Art that Heals», Pierre Lemarquis, neurologist and expert in Chinese medicine, analyzes the links between the brain and art, covering both the arcana and the deviations, already proven, of a pleasure known as «empathy esthetic”. In an interview with Le Monde newspaper on October 22, 2020, Lemarquis states: “The brain has two functions. It allows us to stay alive and makes us want to live. These two systems are complementary and necessary. A computer can never replace it. A work of art addresses both faculties of our brain. She sculpts him, showing him what he doesn’t know. She caresses him, giving him pleasure and reward. This phenomenon has been widely studied in music, and we have shown that it also operates in the field of visual arts. “ It is proven that when looking at a work of art that we «like», stress decreases because its production of cortisol (the hormone used to wake up in the morning and act) decreases. The heart beats slower, the body relaxes, while the brain (for pleasure and reward) secretes dopamine (the hormone of joy in life). Furthermore, endorphins (which give the impression of well-being) and oxytocin (the hormone of attachment and love), which have been shown to work when listening to music – could, by extension, be part of the chemical arsenal that is unfolds in us in front of a work of art.

Specifically, since 2018, Canadian doctors have advised their patients suffering from depression, diabetes or chronic diseases to visit museums and galleries, for therapeutic purposes. This initiative, promoted by the Montréal Museum of Fine Arts and the French-speaking Doctors Association of Canada (MFDC) gives patients the opportunity to visit the museum for free, with their “museum prescription”. In Paris, some doctors from the Pitié-Salpêtrière Cardiology Institute can also prescribe visits to museums. At the Lyon-Sud hospital, patients who wish can choose a work to hang in their room. In the same way that a book can do as much good as an antidepressant, something to hold on to in times of distress provides the necessary balance for healing. Currently, several countries are studying artistic and social prescription plans.

Museums and art galleries are privileged spaces of aesthetic empathy, which take beyond oneself. «The German philosopher Robert Vischer (inventor of aesthetic sympathy or empathy) explained the feeling experienced in front of a work,» recalls Pierre Lemarquis, sharing the conviction that «everyone becomes the work they see.” Whatever your perception, sensitive, chemical or cognitive, you feel and experience yourself. In the specific case of the visual arts, Lemarquis affirms that the initial activation refers to the posterior area of the brain (occipital lobe), which deciphers visual information (shape, colors, etc.). A nearby area that detects «biological» information is activated when it comes to figurative art: in the case of the Mona Lisa, our brains react as if we encountered a real Mona Lisa. For non-figurative art, our brain reproduces the artist’s gestures, the strokes of a cutter on a Lucio Fontana canvas, for example. When we see the same work again, the phenomenon evolves: hanging on the wall of our house, the object acquires an intimate dimension; After the initial seduction (or «inner trembling»), a certain attachment is installed and you become a little like the work with which you live, which is transformed into its image (and vice versa). In a more plastic sense, many messages can be decoded without necessarily reaching consciousness. What circulates between the viewer and the work is the essential and constitutes the very essence of the journey. “In this period of confinement in particular, _ says Lemarquis_ the brain receives information well, but in an attenuated way as in a distance communication (or in the case of social distancing!). You have to rely on your imagination and your memories for new stories to emerge, for a new Decameron to emerge from confinement, as during the Black Death in Florence around 1350.»