Invitacion

 

La obra artística de Gabriela Gutiérrez Ovalle se ha distinguido por ser una especulación alrededor del concepto cuerpo, propuesto como una plataforma de producción creativa a lo largo de su carrera. Gutiérrez Ovalle identifica su práctica como un suceso multidisciplinar que le ha permitido cavilar procesos para dirigir lecturas críticas sobre las ideas de límite, frontera, cerco, trama y territorio. Dichas ideas se han constituido como ejes de producción, que le permiten ejecutar recorridos conceptuales y derivas materiales y hacen de su obra un aparato crítico del tema cuerpo como experiencia antropológica y social.

 

Desplazamiento del límite

Las explosiones mineras y nucleares son una transgresión del borde habitable de los seres humanos respecto a otras especies coexistentes en el mundo, un abuso sistemático de los recursos naturales, una fractura ética, un desplazamiento del límite. En medio de esta y otras contradicciones del mundo capitalista, Gabriela Gutiérrez Ovalle ha consolidado su lenguaje artístico como una reflexión crítica de los acontecimientos sociales de su tiempo, sofisticando los medios por los cuales produce su obra, desde el análisis del concepto de frontera, cerco y cuerpo. Ello le ha permitido deambular por diferentes medios de representación plástica dando como resultado una serie de enunciaciones sólidas con respecto al campo del arte, desplazando los problemas disciplinares de las obras a territorios más amplios de la condición humana.

El proyecto Desplazamiento del límite, constituye un pronunciamiento formal que se traduce en entender al museo como espacio de enunciación pública que traslada los modelos de significación referenciales a un campo crítico: de ser un espacio para la conservación y presentación aséptica de objetos terminados, a ser un espacio para la enunciación de los dilemas sociales desde la producción plástica que emplaza dentro de los espacios de exhibición, problemáticas de los cada vez más confusos convenios de las sociedades de consumo. El cuerpo como contenedor del deseo, el cerco como limite de la memoria, la frontera como intervención geopolítica, la naturaleza como eterno enemigo de la idea tecnócrata de progreso.

Este proyecto transdisciplinario articula lugares de inmersión espacial a partir de situar obras que transforman las salas del Antiguo Colegio de San Idelfonso en recorridos atmosféricos y propone a la pintura como estructura que deviene espacialidad y la escultura como membrana arquitectónica conformada por restos humanos; miles de cabellos que fueron tejidos por horas de trabajo y conversación entre congéneres dejan entrever un manifiesto emocional que no necesita explicación alguna, obra de humanos para humanos. Todo el proyecto retumba y se estructura a partir del sonido de un video en donde la fractura nunca para y hace que pensemos que la explotación de la naturaleza no se detendrá, hasta que las porosidades del mundo desplacen sus propios límites y nuestra “sofisticada civilización” por fin se desmorone.

 

Edgardo Ganado Kim David Miranda

 

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Desde hace algunos años he desarrollado en mi obra los conceptos de límite, imposibilidad, frontera, delimitación y cerco. Basándome en las ideas sobre la evolución de los sistemas de control a través de la conformación de estructuras panópticas que Michel Foucault explica en su obra Vigilar y Castigar, traté de evocar este andamiaje. Conformé un tejido de cabello humano colectivo que fungía metafóricamente como entramado social y con ella he montado diferentes instalaciones y he planteando esta idea que a veces se acerca más a la forma de una frontera y otras a un cerco que hace pensar en un sistema endocéntrico y auto regulado. A través de esta obra he querido expresar cómo es que una lógica sistémica conforma, moldea, condiciona y determina el tejido social y la construcción de nuestras civilizaciones.

Otro aspecto interesante es que el tejido de pelo humano, del cual está hecho este entramado, no es cerrado sino que permite que la luz lo atraviese. La sensación que provoca no es precisamente asfixiante ya que se puede ver al otro lado de la malla que tiene cualidades plásticas de una gran belleza. Casi podría ser una pintura o un comentario a ella.

Las estructuras panópticas de las cuales habla Foucault fueron pensadas para ser atravesadas por la luz. Es la sobre-exposición y la ausencia de intimidad, esa imposibilidad de cubrirse o refugiarse en alguna sombra, lo que vuelve tan eficaz el método de vigilancia. Este dispositivo de control concebido por Jeremy Bentham, fue y es aplicado a todas las estructuras regulatorias de nuestras sociedades, llámense escuelas, hospitales, cárceles, fabricas, etc. Pero sobre todo en la actualidad ha sido llevada varios pasos más allá de meras estructuras arquitectónicas. Ha sido aplicada directamente a producir mentalidades dóciles y deseosas de ser y hacer lo que el sistema requiere.

En ocasiones mi obra comprende también instalaciones sonoras o video- instalaciones que son comentarios que dialogan con la construcción de las formas. También he abordado este mismo concepto de límite y cerco contenedor de una manera intimista que integra la idea de memoria, recordando el órgano cutáneo de la piel como contenedor que nos aprisiona en esa forma que es el cuerpo. Me interesa el registro del paso de las pulsiones corporales, sus pausas, sus degradaciones, sus capas epidérmicas, como si se tratara de capas geológicas. He utilizado materiales diversos como el silicon o el papel, la tela y en algunas ocasiones directamente el cuero de vaca.

En pintura he realizado un cuerpo de obra que aborda este concepto de cercamiento y límite, en series que confluyen conceptualmente a pesar de que cada una tiene particularidades específicas. En mi práctica personal actual abordo este espacio utilizando un material y soporte tradicional a partir de la premisa de reducir la pulsión pictórica a su expresión mínima, buscando generar concentraciones de marcas de materia aplicadas mecánicamente como si se tratara de un elemento mínimo esencial desde donde se pudiera reelaborar y volver a conformar el espacio y las formas.

Lo que hacemos los seres humanos inevitablemente estará afectado de una manera u otra por lo que nos pasa. Lo sucedido no puede ser borrado y el arte no puede hacer de cuenta que eso no está ahí: nuestra historia personal, nuestras circunstancias, nuestro contexto geo-socio-político. La práctica artística es una manera de entrar en contacto con esto e intentar transformarlo a través de la consciencia.

 

Gabriela Gutiérrez Ovalle