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Investigación bibliografica y selección de textos realizada por Tomás Casademunt para el libro Mitla.

«El aspecto triste de la localidad va de acuerdo con el tenebroso significado de su nombre. Las ruinas se encuentran en la parte más desolada de Oaxaca central, en un alto y angosto valle, rodeado de montañas estériles. Del terreno arenoso, que no sustenta vegetación alguna, excepto unas pitahayas aquí y allá, se levantan nubes de polvo llevadas por el viento frío y seco que sopla casi continuamente. Un arroyo de riberas secas y sin sombra atraviesa el valle. No hay pájaros que canten, ni flores que perfumen los restos de los héroes Zapotecas, sino arañas venenosas y escorpiones en abundancia. Pero hay un pueblo moderno con pocos habitantes entre las ruinas, y los nativos celebran rituales a una deidad extraña en una iglesia moderna levantada sobre las tumbas de los reyes y sacerdotes de sus antepasados, cuya fe se vieron obligados a abandonar hace muchos siglos.»

Hubert Howe Bancroft, The Native Races, Vol. IV San Francisco, 1883

 

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«Los edificios estaban situados en el centro de un triste valle: en la época de su esplendor, se componían de varios compartimentos, uno de los cuales servía de morada al gran pontífice, otro a los sacerdotes, otro al rey cuando iba a Mitla, y otro a los señores que visitaban el santuario. El poder del pontífice era absoluto y superior al rey, que le temía y respetaba: las gentes del pueblo no podían ver su rostro sin caer muertos en castigo de su audacia. En la pieza que servía de santuario, los dioses estaban colocados en una gran losa que hacía las veces de altar. En otra pieza subterránea, sostenida por filas de columnas y cuya entrada se tapaba con una gran piedra, se echaban los cadáveres de las víctimas y de los capitanes muertos en la guerra y que se llevaban allí desde el lugar en que habían sucumbido, por lejos que estuviese. Había devotos y penitentes que solicitaban como un favor morir en aquel sitio sagrado, y cuando se accedía a su ruego, los sacerdotes los conducían a la entrada de la pieza subterránea, levantaban la losa, se despedían, y volviendo a tapar la abertura, los enterraban vivos.»

Desiré Charnay América pintoresca Barcelona, 1884

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«Mitla no fue, como Monte Albán, ciudad de templos, centro religioso para las masas. Mitla fue un lugar sacratísimo, rodeado de mitos, leyendas y arcanos, inaccesible a los mortales comunes, más un concepto que una realidad: Lioobáa, “casa de la felicidad” como se llamaba en idioma zapoteca. Mitla, de Mictlan (“infierno” o “lugar de tristeza”) nombre que los nahuas daban al mundo inferior, fue la ciudad de los muertos, el cementerio de los reyes y grandes zapotecas.» «Mitla, donde los muros están decorados con tres hileras de grecas, una por encima de la otra, la orientación horizontal está subrayada con toda energía por fajas intermedias que las separan. Ni siquiera en el Salón de las Grecas predomina la dirección vertical. La forma asimétrica es parte de un ritmo de conjunto y portadora de un ritmo de conjunto. Bien se podría decir que la greca escalonada aislada no cuenta; sólo cobra significación formal y valor formal al integrar una serie. De esto se infiere que el factor decisivo para la morfogénesis de la greca escalonada es el ritmo: un ritmo dinámico»

Paul Westheim, Arte antiguo de México México, 1950





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«Las puertas que comunican las habitaciones del palacio son bajas (y todavía más debido a los puntales de acero insertados para reforzarlas). Pero en los techos y las partes superiores de las paredes hay unas figuras geométricas exquisitas y complejas... teselas, baluartes, como las figuras de “fortificación” que uno ve durante un acceso de migraña, y complejos diseños pentagonales y hexagonales. Me recuerdan los diseños de los tapetes de los indios navajos o los arabescos morunos... La figuras geométricas que nos rodean me llevan a hablar de las habituales formas neurológicas, las alucinaciones con panales, telas de araña, enrejados, espirales o embudos que pueden aparecer en estados de desnutrición severos, privación sensorial o intoxicaciones, así como en la migraña. ¿Se utilizaban hongos con psilocibina para inducir tales alucinaciones? ¿O las semillas de campanilla que abundan en Oaxaca?»

Oliver Sacks, Oaxaca Journal, Washington, D.C., 2002

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«El aspecto que las ruinas presentan y la impresión que crean es verdaderamente extraordinaria. Se hallan en medio de un paisaje lúgubre y sombrío, como reliquias de otro mundo. También su ornamentación, compuesta exclusivamente de formas geométricas, sin figura humana o animal alguna, así como la ausencia de vegetación, el silencio sepulcral que reina alrededor, todo contribuye a darles un aire extraño que abruma y desconcierta.»

F. Bandelier, Report of an archaeological tour in Mexico 1881, Boston 1884

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«Algunas veces he llegado a suponer, dada la universalidad del simbolismo en el arte indígena, que es posible que los tableros decorados que rodean los edificios representen los elementos del cuerpo de una deidad-serpiente, y que las entradas con sus pilares dentadas figuren la boca del animal.» «Se necesitaban también grandes cantidades de pintura, principalmente mezclas de tierras blancuzcas y óxidos de fierro, con las cuales se enjalbegaban los edificios por dentro y por fuera ... así que en sus tiempos de prosperidad la ciudad debe haber presentado un aspecto brillante y atractivo.»

William H. Holmes, Archaeological studies among the ancient cities of Mexico, Vol. I, Chicago 1897





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«En algunos lugares se abren a media altura de los muros pequeños nichos u hornacinas; es posible que allí se colocaran ídolos y que en uno de ellos se encontrara la célebre reliquia de Mitla, el llamado corazón del mundo: una piedra de 10.5 centímetros de alto, con toda probabilidad una pieza de jade translúcido, en que estaban esculpidos un pájaro y una serpiente; según la relación de un religioso español, un fraile misionero la mandó pulverizar.»

Thomas Gann, Götter und Menschen im alten Mexiko Leipzig, 1938





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«Un aire de misterio rodea Mitla, el cual te envuelve cuando fijas la vista en estas maravillosas ruinas y tratas de pensar en los antiguos moradores, en sus hábitos y su historia. En una noche de luna, cuando el cielo está despejado (y aquí llueve poco), es muy hermosa la vista de las ruinas, que parecen estar encantadas.»

Constantine G. Rickards, The Ruins of Mexico, Londres 1910

 

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