James Ensor (Ostende, Bélgica, 1860-1949) Maestro belga de fama internacional, cuyos retratos, que ofrecen una visión grotesca de la humanidad, le convirtieron en el principal precursor del expresionismo y del surrealismo. Ensor utilizaba de forma deliberada colores fuertes y estridentes, así como pinceladas violentas y bruscas para potenciar el efecto agresivo de sus temas. Su obra ejercería influencia de gran importancia en la pintura del siglo XX y su temática espeluznante allanó el camino al surrealismo y al dadaísmo. |
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Obra en Museos y Colecciones: Musée Charlier, Bruselas, Bélgica. * Semblanzas sobre la obra gráfica de Ensor «… luego para el IAGO, compramos obras de Ensor. Creo que hay un espíritu afín con los artistas mexicanos. Hicimos un catálogo de Posada y Ensor, el cual se hizo uniendo dos mundos, hay afinidades en los temas como el fin del mundo, las calaveras, lo escatológico. En mi pintura hay coincidencias. Yo creo que mi interés por la mierda pudo haber sido suscitado por esas imágenes de cagones de Ensor. »
Francisco Toledo, “Charla con Francisco Toledo sobre James Ensor”. La estampa ocupa un lugar importante en la obra de James Ensor. Además de sus litografías, se han podido catalogar 133 aguafuertes, puntas secas y barnices blandos. En 1886, el artista ejecuta sus primeros grabados; 26 en total, entre los que destacan Cristo Insultado, Cristo calmando la tormenta y La catedral. Su última obra grabada, El diablo en el molino, es un barniz blando de 1934. En el 1888, en el apogeo de su carrera, Ensor ejecuta no menos de 44 grabados. Otorgaba la misma importancia a su obra grabada que a sus pinturas y dibujos. En una carta de 1934, dirigida a su amigo parisino, el abogado Albert Croquez, Ensor escribe: “La materia pictórica me causaba inquietud por aquel entonces (1886). Temía la fragilidad de la pintura, expuesta a los daños del restaurador, a la insuficiencia, a las calumnias de las reproducciones… Queria sobrevivir, hablar todavía por mucho tiempo a los hombres del mañana. Pensaba en los cobres sólidos, en las tintas inalterables, en las reproducciones, fáciles, en los tirajes fieles, de modo que adopté el aguafuerte como medio de expresión… Luego, tomé de nueva cuenta mi paleta con gran aplomo y el color, fresco y puro, volvió a apoderarse de mí”.
Xavier Tricot |