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Durante los últimos tres años, Tomás Casademunt retrató los Palacios Mayas de la Ruta Puuc en Yucatán.

Con la luz de la luna la película registró, en el lapso de una hora, el lento avance de las sombras sobre las esquinas de piedra blanca, el rastro de las estrellas en el horizonte oscuro. Visitó Uxmal, Labná, Sayil, Oxkintok, Chichén-Itzá, y otros tantos antiguos asentamientos sagrados diseminados a lo largo de la pequeña elevación de la Sierra del Puuc.

Toda la serie constituye una gran revelación: de los mayas que llegaron a habitar una tierra inhóspita, sin agua, y que la poblaron de palacios y depósitos para recoger el agua de la lluvia. Es un homenaje a los fotógrafos pioneros que las retrataron a mediados del siglo XIX. Venciendo dificultades enormes para un arte incipiente, confrontaron antes que Casademunt la espesura de la selva que ocultaba a la vista el rostro del Dios Chaac. De las noches que anduvo merodeando las piedras del Puuc resultaron 32 fotografías nocturnas, y un diario de viaje, del cual se reproduce abajo algunos momentos.

El libro "MAYA PUUC" ha sido editado por la editorial RM, con el apoyo del INAH y de la Fundación Televisa. Alfonso Morales Carrillo escribió un texto para el libro, "De la persistencia de las piedras y la luna sobre Oxkintok", del cual destacamos a continuación unos pocos fragmentos.  Las fotografías de Casademunt se presentarán en el Museo Nacional de Antropología e Historia, a partir del 16 de febrero de 2010, junto con una selección de piezas arqueológicas provenientes de la zona Puuc. El proyecto "MAYA PUUC"  se pudo realizar gracias al apoyo del FONCA, a través del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2006-2009.

Museo Nacional de Antropología  |  Sala de exposiciones temporales
Paseo de la Reforma y Gandhi, Polanco, México DF.  |  tel. 5286 5195
www.mna.inah.gob.mx 

 

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“La luz de la luna ilumina vivamente la selva; camino sin mayor dificultad entre zarzas y rocas. Las piedras resplandecen.” (…) “Bajo la manta negra, me asomo a la cámara y no veo nada. Una nada nebulosa, fantasmagórica, se dibuja invertida en el vidrio de gran formato. Trato de ordenar lo que no veo, forzando mi intuición, conteniendo mis peores augurios.”  “Los sonidos extraños de la selva me llegan desde otro tiempo que no es el mío. Las mismas piedras, la misma luna. Admiro la proeza de los pioneros, fotógrafos tenaces como las mulas que cargaban sus pesadas cámaras de madera.” “Las noches son claras y la luna radiante. Pronto llegarán las lluvias. Mi cámara 8x10, sobre largas patas, se asoma a cuatro metros de altura frente a los finos mosaicos de piedra cortada. Permanezco horas sin moverme, paralizado en la noche cerrada y sus sonidos antiguos. Las sombras son demasiado profundas para alcanzarlas con la propia mirada. Confío en el rigor inquebrantable de mi cámara, ante una luna que asciende rápido en el cielo. Su luz oblicua exagera el grosor de los muros, vibrando con pequeñas ondulaciones. No hay señal de vida en estas esquinas de piedras mutiladas. Soy un cosmonauta fortuito en un planeta remoto. No sé muy bien como he llegado hasta aquí.” “Pienso en la muerte, al acecho todas las noches. En la de los mayas que levantaron estos arcos atrevidos, en la de los pioneros fascinerosos… Esto es un baile con mi propia muerte, con la muerte de los otros, antes de que amanezca.” Extractos del “Diario de Viaje” incluido en el libro MAYA PUUC (RM/INAH, México DF, 2009) Tomás Casademunt, Cuernavaca, junio 2008.

 

  • Arco Kabah
  • Arco Labna I
  • Arco Labna II
  • Arco Oxkintok I
  • Arco Oxkintok II
  • Chichen Itza I
  • Chichen Itza II
  • Chichen Itza III
  • Koom
  • Mirador Labna
  • Mirador Sayil
  • Oxkintok I
  • Oxkintok II
  • Oxkintok III
  • Oxkintok IV
  • Oxkintok V
  • Oxkintok VI
  • Oxkintok VII
  • Palacio Gobernador I
  • Palacio Gobernador II
  • Palacio Gobernador III
  • Palacio Gobernador IV
  • Palacio Labna
  • Palacio Sayil I
  • Palacio Sayil II
  • Palacio Sayil III
  • Palacio Xkich-Moo
  • Palacio Xlapak
  • Piramide del Adivino
  • Pirámide del Adivino II
  • Pirámide del Adivino III
  • Pirámide del Adivino II
  • Pirámide del Adivino III
  • Rancho Perez

 

“La fascinación que sentimos por las ruinas no debe ser ajena a las múltiples tensiones que su orgullosa derrota pone en movimiento: transitoriedad y permanencia, civilización y naturaleza, esplendor y decadencia, unidad y fragmento, tiempos idos y tiempos en curso, memoria y olvido. (…) Si las ruinas son señales de que obras de la civilización están siendo devueltas a la intemperie donde reina la naturaleza, la mirada que las contempla suele aspirar a la restitución de sus significados culturales, a llenar el vacío de las construcciones sin dueño, a paliar la orfandad de pirámides y columnas rotas".

“La ronda de los exploradores foráneos en torno a los sitios abandonados donde los pueblos mayas habían dado prueba de sus poderes, saberes y refinamientos, agregó un nuevo continente al mapamundi de las grandezas antiguas. Asimismo, los palacios y templos en que nadie de esas comunidades vivía o gobernaba, y de cuyas ruinosas apariencias eran responsables el paso del tiempo, los rigores del clima y la vegetación salvaje que se había enseñoreado sobre muros, terrazas, techos y escalinatas, fueron inmejorables escenarios para dar curso a nuevas meditaciones sobre la caducidad de los empeños humanos.”

“Por más que pudiesen presumir de su objetividad científica y se distanciaran del pensamiento mágico que advertían en las creencias de sus colaboradores mayas, los exploradores no pudieron ser indiferentes a las emociones provocadas por la caída de una civilización que había alcanzado tan altos vuelos. Sus bitácoras hacen constar que no fueron pocos los momentos en que se les reveló el significado irremediablemente necrofílico de sus estancias temporales en lugares donde todo había adquirido la condición de sepulcro. Excavar, desenterrar, documentar e imaginar maneras de vivir a partir de fragmentos de construcciones y cosas ya desprovistas de utilidad práctica, y las demás actividades derivadas de su curiosidad arqueológica, implicaban remover el polvo en que reposaban los muertos, asomarse al inframundo de los entierros y las ofrendas, acercarse al sueño color cinabrio en que todavía por muchos años más se mantendría oculto el señor Pacal.”

“Entre las calurosas bienvenidas que se brindaron a las técnicas fotográficas en sus inicios, en el segundo tercio del siglo xix, hubo por supuesto la que ponderó la manera en que el mundo iba a hacerse menos desconocido por efecto de las imágenes que conseguirían los viajeros y exploradores cuando estuvieran, cada uno de ellos, dotados de sus respectivas cámaras. De ese enriquecimiento de la cultura visual e ilustrada, que ya conocía la multiplicación de estampas a partir de grabados en madera o metal, se iba a beneficiar de manera específica la arqueología."

“De cualquier forma, mientras los equipos fueron pesados armatostes, no demasiado sencilla la preparación de las emulsiones y delicado el manejo de los soportes, la obtención de aquellas imágenes significaba grandes esfuerzos. Había justificadas razones para ver a los primeros álbumes viajeros como galerías de trofeos”.

“En función de sus propósitos, ambiciones y obsesiones, las cámaras hurgaron en fachadas, frisos, relieves, estelas y otras piedras esculpidas. De las vistas generales se pasó a los detalles, de los detalles a las revelaciones. La memoria fotográfica conformada por aquellos pioneros y sus sucesores nos ofrece tanto la crónica de la destrucción como de la restauración y reinvención del pasado maya, cuya sostenida presencia y constante revaloración son parte de la conciencia histórica que comparten sus herederos en tanto yucatecos, mexicanos y hacedores de obras en las que lo humano se vuelve trascendente.” “El fotógrafo Tomás Casademunt (Barcelona, 1967) ha desandado los caminos trillados y se ha ido por otros senderos en busca del silencio nocturno como escenario y forma arquitectónica. Eligió como ámbito para esa pesquisa a la Ruta Puuc, nombre con el que se designa, a la vez, a una serranía yucateca no muy pronunciada, a una zona arqueológica maya de la que son parte Uxmal, Oxkintok, Sayil y Labná, entre otros sitios, y a un estilo arquitectónico que tuvo su mayor florecimiento entre los años 850 y 1000 de la era cristiana.”

“En su excursión, Casademunt ha sido guiado y acompañado por los espíritus, las palabras y las imágenes de los primeros viajeros con cámaras que se acercaron a esas ciudades. Ha decidido apagar las luces artificiales para escuchar mejor el ruido de sus excavaciones y las voces que siguen manando de sus desentierros. El fotógrafo bien sabe que ya nunca podrá estar en los lomos del somnoliento caballo sobre el que Edward Herbert Thompson, luego de varios días de viaje, en una noche aterciopelada en que al cielo había ascendido una luna majestuosa, pudo contemplar por primera vez la pirámide de Kukulcán.” “A la luz de otras lunas llenas se ha preguntado más de una vez eso mismo que Teobert Maler apuntó en sus Impresiones de viaje de Cobá y Chichén Itzá: “¿Qué me lleva a pasearme entre fantasmas, inspirado por la emoción de los antiguos viajeros? Ellos imaginaron la vida en las pequeñas recámaras; una existencia basada en el mito y la supervivencia. Todos buscamos, como ciegos en un entorno extraño, elementos de referencia, parámetros probables para una civilización perdida.”

“Millones de imágenes, sobre todo fotográficas, se han acumulado en los archivos públicos y privados desde que John Lloyd Stephens, Frederick Catherwood, Désiré Charnay, Augustus y Alice Le Plongeon, Edward Herbert Thompson, Alfred Percival Maudslay, Teobert Maler y otros exploradores decimonónicos descubrieron o redescubrieron para la mirada de Occidente a la civilización maya. Millones de ojos procedentes de todos los rincones del mundo han conseguido y conservado algún souvenir fotográfico de las ruinas de Uxmal y Chichén Itzá desde que éstos y otros sitios arqueológicos mayas se convirtieron en atracciones turísticas. Habrá en el futuro nuevos rastros fotográficos e iconográficos, obtenidos a saber con qué novedosas tecnologías, que darán constancia del trato superficial o especializado de otras generaciones con esos vestigios de los que, sin embargo, nunca podrá decirse la última palabra, descifrarse la totalidad de sus misterios.”

“¿Qué lugar podrían ocupar en ese sobrepoblado orbe iconográfico las contadas imágenes que Tomás Casademunt produjo con la complicidad de la luna y una cámara de gran formato? No es en el modo técnico en que fueron producidas donde radica la diferencia que quieren establecer con respecto a otras visitaciones fotográficas de las ruinas mayas.”

“Tomás Casademunt vino a la noche a desarrollar las ecuaciones de un sencillo planteamiento: fotografiar el reposo de unas ruinas bajo la luz de la luna llena. Al brillo de esa fase lunar, al clima y a la transparencia que la acompañaron en algunos de sus cíclicos retornos al firmamento maya, y a la fotosensibilidad de los materiales de que estuvo provista su cámara, el fotógrafo confíó la realización de vistas arqueológicas que fueron en realidad confrontaciones con la oscuridad y resultaron en revelaciones de la inmensidad que tras ella se oculta. A partir del encuentro entre un componente predeterminado –algunos vestigios ubicados en la ruta Puuc–, y una variable imposible de conocer, que bien podría representarse con el signo del infinito, Casademunt expuso su personal teoría de las conjunciones y se sumó a los lamentos por las ciudades perdidas. Sus imágenes lunares, sólo posibles a través de largas exposiciones, volvieron a probar la capacidad que tiene la fotografía para superar los alcances del ojo desnudo y, por lo tanto, desentrañar las capas que subyacen en lo que percibimos como mundo visible, confirmando de paso la incertidumbre de los espacios y tiempos en que creemos estar firmemente arraigados.”

“Los pasos, acciones y posicionamientos de Casademunt fueron guiados por un resplandor simultáneamente poderoso y atemperado, en mucho parecido al duermevela en que el primer aliento de nuestros sueños combate con los restos de la vigilia. Al cobijo del plenilunio los volúmenes arquitectónicos perdieron para el fotógrafo y sus colaboradores la definición de sus detalles y adquirieron la condición de presencias totémicas. El registro de esos monumentos, que parecían ya no sólo estar erigidos en un lugar específico que fuera alojo de un pueblo maya sino surgir de una temporalidad anterior o posterior a su historia, se convirtió necesariamente en ejercicio especulativo. El fotógrafo nunca tuvo enteramente a la vista lo que estaba retratando. A partir de vagas nociones de su ubicación en el espacio decidió las perspectivas y composiciones de sus encuadres. No había manera de que Casademunt previese con exactitud los efectos de una conjunción nocturna que escapaba a sus cálculos aunque hubiese sido posible gracias a su intermediación. Sólo al final del proceso que inició a tientas, entre sombras y siluetas, pudo conocer los resultados del platinado y silente redescubrimiento que la luna llena, por conducto de la fotografía, había hecho de los vestigios de Sayil, Uxmal o Labná. El fotógrafo constató que su oficio, que suele vincularse automáticamente a la premura de los sucesos y a la vindicación de las bellezas visibles, puede también relacionarse con el viaje de una cámara inmóvil a través de la oscuridad.”

“(…) Las imágenes lunares obtenidas por Casademunt nos permiten entender que los vestigios, efectivamente testimonios materiales de una cultura, son en última instancia los rastros de caídas, vértigos y deslices en las espirales del tiempo, dimensión sin fin ni principio que nuestros relojes más exactos no tienen la capacidad de medir. En el paréntesis abierto por una larga exposición, han tenido cabida la luz del sol reflejada por la luna y cintilaciones aún más distantes, la edad actual de construcciones procedentes del pasado, los murmullos de una noche en particular, el azar de una toma fotográfica que dejó de ser la consagración de un instante para convertirse en la memoria de una contemplación.”

“Todo comienza y acaba en la eternidad de cada momento. No serán sólo las vistas de ruinas, como las realizadas por Casademunt y otros fotógrafos viajeros, las únicas imágenes que nos dirán que las piedras fueron más resistentes que las personas. Ninguna de nuestras fotografías dejará de ser, trate de lo que trate, la ruina de alguna de las formas en que vimos, nos vimos o nos vieron.”

“Asistido por el arqueólogo Ricardo Antorcha y por Andrés Quiñones, joyero entre otros oficios, Tomás Casademunt prepara una toma de las ruinas de Oxkintok. Las luces de las linternas sostenidas y movidas por sus colaboradores le guían en la composición de un encuadre que en el visor de la cámara Sinar F2, formato 8 x 10 pulgadas, no es menos negro que la noche. Aun en el movimiento de esos puntos luminosos se manifiesta la condición de carta astronómica a la que no podrá escapar ni ésta ni las demás imágenes que Casademunt producirá en esa jornada nocturna. Las que había realizado hasta ese día, mínimo dos y máximo cuatro por cada noche que acampó en las ruinas mayas, necesitaron de al menos una hora de exposición, y en contadas ocasiones de hasta tres, para que la luz del plenilunio hiciera su trabajo de develación –primero y principal de los revelados implicados en la existencia de sus vistas.”

Extractos del texto “De la persistencia de las piedras y la luna sobre Oxkintok”, escrito por Alfonso Morales Carrillo para el libro “MAYA PUUC”, de Tomás Casademunt ( RM / INAH, México DF, 2010).